Arte. La Cartuja de Parma. Stendhal/Goya
El Quitasol. (1777). Francisco de Goya
La Cartuja de Parma. Novela. 1839. Stendhal
Aventuras, un poco de azañas bélicas napoleonicas, y sobre todo, y más extensamente, el amor en crudo y en directo de los personajes que tan bien describe Stendhal, la novela transcurre con facilidad, plagada de intrigas amorosas y también, de luchas de poder palaciego, donde la nobleza, siempre es algo más peligroso, que un molesto invitado, y el príncipe, con su poder indiscutible, tiene la potestad y el potencial, de ser el peor de todos.
Escrita con vigor y precisión, nos descubre, hábilmente, a sus numerosos personajes, a veces con sátira y humor. Por mis gustos, destacaría dentro de esta impresionante novela, la descripción de la batalla, de Waterloo, vista desde dentro, pues nuestro protagonista, Fabrizio del Dongo, participa, por su particular empeño, activamente en ella.
A destacar, su radical frescura, su electrizante dinamismo, y su esencia aventurera insuperable, en algunos pasajes, de una obra tan extensa, y que contiene tantos momentos y situaciones diferentes. Haciendo con su maestría de excelso escritor, lo muy difícil, con una facilidad pasmosa, pudiéndose calificar la novela, como una obra cumbre para su autor, y un clásico de la literatura, para la humanidad entera.
Resta, a veces densa, pierde ritmo, y el peso de las transiciones, no siempre fluye equilibrado.
El Cacharrero. (1778/9). Francisco de Goya
Pequeño extracto de la novela escrita por Stendhal en 1839…
Este hombre (…) El Rasi
La Cartuja de Parma
“No tenía más debilidad que la de intimidar con los grandes personajes y hacerles reír con sus bufonadas. Le era indiferente que los poderosos se riesen de sus chistes o de su propia persona; no vacílala en sacar a relucir los escabrosos tropiezos de su esposa, con tal de hacer reír y de conseguir que se le tratara con toda familiaridad. Algunas veces el príncipe, no sabiendo ya cómo mofarse de este magistrado, le daba puntapiés, y si le dolían se echaba a llorar. El vicio de la bufonería le dominaba de tal manera, que prefería ir a los salones del ministro que más le encarnecía a quedarse en los suyos, donde imperaba despóticamente sobre todas las togas del país. El Rasi disfrutaba una fama exclusiva de desvergüenza en que el noble más insolente no le podía igualar: la venganza que tomaba por las injurias que tenía que estar devorando continuamente era referírselas al príncipe, con el cual había adquirido el privilegio de poder hablarle de todo; cierto que a menudo la respuesta era un sonoro bofetón, pero aunque le doliera, nunca se incomodaba. La presencia de este gran juez distraía mucho al príncipe en sus momentos de mal humor, porque podía ultrajarle a su gusto. Se ve, pues, que Rasi era casi un cortesano perfecto; carecía de honor y de carácter”.
Arte. La Cartuja de Parma. Stendhal/Goya
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