Naturaleza Versus Civilizacion. Poeta en Nueva York. Garcia Lorca
Foto. Vía internet
Federico Garcia Lorca viaja a Estados Unidos en 1929, tenía 31 años de edad, allí, y en su inmediato viaje a Cuba, escribirá un excelente poemario, publicado 4 años después de su muerte, y que lleva por título, Poeta en Nueva York.
Lorca, fue invitado en enero del mismo año (1929), a impartir una serie de conferencias, tanto en el país de los rascacielos, como en Cuba, residió en Nueva York del 25 de junio del 1929, al 4 de marzo de 1930. Después viajó a la bella isla caribeña, y en ella, permaneció 3 meses. En la Habana, y Santiago de Cuba.
En su visita americana, el poeta granadino, se hospedó, en una residencia de estudiantes (Tuvo Lorca, para acceder a ella, que matricularse en un curso, eligió, Inglés para extranjeros, para cubrir el expediente), de la Universidad de Columbia, de la que era profesor de español, además, de director de la revista, «Estudios Hispánicos», Federico de Onís. También era docente en la misma universidad americana, Ángel del Río, profesor de literatura española.
Durante aquellos días que se revelarían tan cruciales para su arte, Garcia Lorca estuvo muy ocupado trabajando, estudiando (poco, no se presentó a los exámenes), y también participando activamente en reuniones y visitas, entretenido, callejeando absorto por el Harlem, donde por la noche acudía a un club de jazz con algunos amigos; pudo el artista, además de divertirse, observar de cerca el racismo imperante…, ¡la melancolía era su estado ahora! La soledad en la multitud. El radical contraste, de él, moreno ciudadano de sur, y lo que veían, sus asombrados ojos soñadores.
Naturaleza versus civilización
No solo fue en NY, donde residió, también viajo el poeta, invitado a Vermont, y también invitado, a Bushnellsville, y a Newburgh.
Reforzaría su pesimismo general en tan crucial viaje iniciatico, y de brusco giro en cuanto a estilo literario, el crack bursátil del 29, su entonces personal desencantado pesimismo, y el capitalismo materialista, que se encontraba en ese momento, apurado, soportando a duras penas…, tal vez, lo que podría haber sido, una virulenta crisis terminal.
Partió, finalmente, Federico García Lorca, muy cambiado, (con un gran bagaje, de interesantes posos de pensamiento, que se irian decantando posteriormente), partió, de NY a Cuba. Algunos pocos días antes, el sencillo ciudadano del sur, había recibido un sentido y hondo homenaje en el Spanish Institute, donde también conferencio brillantemente…, escorado al surrealismo.
POETA EN NUEVA YORK
PANORAMA CIEGO DE NUEVA YORK
Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible.
Pero no, no son los pájaros,
porque los pájaros están a punto de ser bueyes.
Pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna
y son siempre muchachos heridos
antes de que los jueces levanten la tela.
Todos comprenden el dolor que se relaciona con la muerte,
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.
No está en el aire, ni en nuestra vida,
ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de otros sistemas.
Un traje abandonado pesa tanto en los hombros
que muchas veces el cielo los agrupa en ásperas manadas;
y las que mueren de parto saben en la ultima hora
que todo rumor será piedra y toda huella latido.
Nosotros ignoramos que el pensamiento tiene arrabales
donde el filósofo es devorado por los chinos y las orugas
y algunos niños idiotas han encontrado por las cocinas
pequeñas golondrinas con muletas
que sabían pronunciar la palabra amor.
No, no son los pájaros.
No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime cada momento,
ni el metálico rumor de suicidio que nos anima cada madrugada;
es una cápsula de aire donde nos duele todo el mundo,
es un pequeño espacio vivo al loco unísón de la luz,
es una escala indefinible donde las nubes y rosas olvidan
el griterío chino que bulle por el desembarcadero de la sangre.
Yo muchas veces me he perdido
para buscar la quemadura que mantiene despiertas las cosas
y solo he encontrado marineros echados sobre las barandillas
y pequeñas criaturas del cielo enterradas bajo la nieve.
Pero el verdadero dolor estaba en otras plazas
donde los peces cristalizados agonizaban dentro de los troncos;
plazas del cielo extraño para las antiguas estatuas ilesas
y para la tierna intimidad de los volcanes.
No hay dolor en la voz. Solo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el raso negro.
No hay dolor en la voz. Aquí solo, existe la Tierra.
La tierra con sus puertas de siempre
que llevan al rumor de los frutos.
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