Novela. Comerciales. Vender en tiempo de crisis. La novela en que todo parecido con la realidad, es absolutamente veraz.
Sonaron pitidos. Chicharras en el silencio oscuro.
<< Voy camino a la Ofisina, no sin antes maldecirme>>
Si, han leído bien, «la Ofisina», yo la llamo así porque me gusta, me divierte. Ayer, bebí y fumé mucho, hoy, es otro día. Voy dormido. No he dormido. ¡Yo vendo y la crisis es el decorado!.
Lola, «La Loca Lola» trabaja en el E- Cig, (Tienda de venta de cigarrillos electrónicos). Yo, en la revista de empresas «Jetset Marketing» Las dos empresa pertenecen al «Chino Li» Nuestro Jefe.
Me duele la cabeza. ¿Porqué a mi me cuesta tanto, decirle que no al placer?.
«La Ofisina» no está lejos de la City.
«Bajo un cielo gris plomizo, circulé dormido entre coches. Monigotes de madera con ojos, me parecieron sus ocupantes».
<< Buenos días. Buenos días contestó>>
El frío de enero se hacía notar y me pareció que el vaho de nuestros alientos cortaba el gélido ambiente como un cuchillo afilado y caliente, corta la fresca mantequilla .
No me puso buena cara López, ni yo tampoco a él. Siempre me pareció que tenía mucho que ocultar y que no era tan buena persona como vendía.
Trapacero y hablador. Nacido, para vender con cepo. Lo creía capaz de robar tras un incendio, «cuando más confusión hay» y más impune queda el delito. Como la Moll Flanders de Daniel Dafoe. El chino, estaba contento con él.
López parecía pensar «mira que tener que encontrarme ahora con este».
Un instante bastó, para que se nos uniera Kate. López y yo la saludamos y respiramos. Había llegado un ángel. Entramos; pulsó, séptima planta.
Limpio y agradable con su pálida luz azulada, como un intimo paraíso, el ascensor, se elevaba como una ligera nube, subimos. El nirvana duró poco.
Se abrieron las puertas, fuera, la actividad se hacía sentir. «La Ofisina» y su envolvente sonido de conversaciones telefónicas en la que el fin es la venta y el tono cordial, hasta que acaba la llamada. Citas, detalles, hora. Negocio.
Lopez entonces, se liberó, sonrió a la secretaria de recepción, saludó, miró; hizo algún chiste de los suyos… y todos rieron como conejos.
¡Cuidado el lobo anda cerca!. ¿Ya guardasteis las ovejas?.
Mi jefe era chino-Un chino con clase, muy leido y con cierto aire de snob.
Decían que ya nos iba mejor, que la economía crecía y el PIB también, pero nosotros en la calle no lo notábamos, los empresarios no querían oír nada, miraban cada euro que gastaban con lupa y eso que nuestras tarifas habían bajado mucho, pero claro, las revistas especializadas en el mundo empresarial, cuando el mundo empresarial se ahoga por falta de financiación no son buena idea; de todas las maneras el chino Li deseaba seguir adelante, eso si, con un ajuste de personal y sueldos.
Me mandó llamar a su despacho; pasa y siéntate X, ¿vas al fútbol el domingo? claro Li allí estaré, no se qué haríais sin un delantero como yo, sí quieres te recojo en tu casa a las 9; de acuerdo Li, me das una pérdida y bajo. Jugábamos en el mismo equipo de aficionados de la Liga de Empresas del polígono, yo como 9, él como media punta.
Nuestro glorioso equipo era el E – Cig. Fútbol Club.
Nuestra cancha era de hierba artificial de última generación, hierba china que llegó en un contenedor de allende los mares y que aún así era más barata que en la península. Misterios del Oriente.
-Necesito más de ti, tu puedes darlo, si no, no te lo pediría, nos vamos al carajo X aprieta el culo; te aviso (aviso a navegantes), habrá recortes y alguien pronto se irá a la calle. No se, pero aquello me sonó a amenaza,ustedes que creen.
Lo último que yo quería era perder aquel trabajo, ademas le había cogido cariño a Li y como en Faldas a lo loco pensé, nadie es perfecto; además el Chino había confiado en mi cuando yo más lo necesitaba y eso no quería olvidarlo.
Le dije que arrimaría el hombro y nos despedimos. Hasta luego, hasta luego Li le contesté.
Regresé a casa cansado,el día había sido agotador pero había vendido mucho, mucho para una jornada cualquiera en un tiempo de crisis. ¡Hace calor! Tengo los pies como un trozo de corcho dolorido.
Prendí un cigarro, aspiré y retuve; el sabor como un alfiler se clavó en el paladar y un suave humo azulado se coló en mi nariz, agria pero agradablemente, luego lo expulse lentamente con una fuerza contenida.
Disfrutaba con aquel vicio que se vende en los estancos y por el que muchos nos sentimos perseguidos. Y mira que se cobran bien por el engaño, la manía que tenemos y que ellos antes nos habían enseñado.
¡Vaya! en los conciertos, ya no se puede fumar, ¡está prohibido!. Me gusta poder fumar en los conciertos.
Somos adultos, votamos. Somos, o no, adultos libres. En los conciertos siempre se ha fumado y se seguirá fumando. No saben que no se puede meter el mar en una piscina, ni un tiburón en un florero.
«El lobo López ya estará vendiendo»
Hace poco más de un mes, en Denver, Colorado, se han promocionado tres conciertos de música clásica, en que los mayores de 23 años podían fumar marihuana libremente. Por cierto, no me habría venido a mi mal un buen concierto de esos, con barra libre, bajo un cielo de estrellas brillantes. Y Lola….¡Quiero ir a Colorado!
Estaba cansado de la calle que quemaba mis sueños con su asfalto negro y brillante y de la blanca oficina. ¡Hacia calor! Había vendido mucho. Estaba cansado.
«El lobo López, está oliscando una venta»
¡Basta! Ahora tocaba descansar. Un agradable baño refrescante.
Fumar.
También me puse, generosamente, un gran Bourbon en un vaso de boca ancha y de culo gordo. Con mucho hielo. Estaba solo, vivía solo. Hacia calor.
El pequeño salón olia a una mezcla de alcohol y maderas exóticas. El ambiente contenia colores tamizados por la penumbra, puse música, empecé a sentirme bien, los rojos de los léds, verdes, rojos, naranjas y amarillos, flotaban en el ambiente creando una atmósfera pesada y dulce.
Seguí fumando.
Me puse una copa pa tres, me la tomé solo y asi me encontré yo… de repente sólo.
Pensé, «con el tiempo maduran las uvas» Cogí el teléfono y llamé a Lola.
También estaba sola, en su habitación inhabitada la loca Lola.
Sonó la chicharra como un trueno, en medio de la oscuridad y el silencio, me estire. Vaya resaca – Me pagaran bien por las ventas de ayer, pero yo, ya lo estoy pagando hoy.
Puse la radio, me encanta la radio, música estaria bien. No quiero oir nada de crisis. Lo oigo a diario en mis visitas, que si el pib caera que si esto va a peor. Todos los dias batimos records negativos. Y yo estoy en esto a diario; enterrado hasta las rodillas.
-Tenemos que hablar, le puse media sonrisa y pasamos a su despacho. Siéntate, he estado mirando tus números. Números, no se acuerdan?. Los números otra vez. En fin, siempre he creido que detras de los números hay historias. No creen?..A Li esto no le importaba. Es lo que hay. . .
Como ebrio y con falta de coordinación el Chino se acercó a mi, era mi jefe, si, un chino era mi jefe, ayer se te dio muy bien, pero queremos mas, mas y mas, venga que aun estas lejos de los objetivos, y pronto alguien sobrara. recuerda que no somos hermanitas de la caridad.. Vaya novedad, me sonrei interiormente, Yo ya sabia esto, y no de ahora precisamente, pero no saben lo que me molestaba cada vez que se lo oia repetir, cosa, que hacia sin falta cada vez que nos arengaba.
¡Pero si esto lo sabe hasta el ultimo de la fila!
Estaba sola en su inhabitada habitación la loca Lola.
-Hola Lola, soy X, me gustaría verte.
Lola trabajaba en la franquicia de cigarrillos electrónicos Hon – Lim de la que era propietario el Chino Li. Si, el mismo chino Li que era mi jefe y también de Lola.
A Lola vender E – Cig le había proporcionado un pequeño sueldo y muchas horas de trabajo, después de una dura travesía por el desierto en un mar de empresas locales como comercial de publicidad y venta de libros puerta a puerta (puerta caliente) en las que lo más que había conseguido era trabajar a comisión sin sueldo fijo.
Lola gozaba ahora, de una cierta estabilidad económica. Lola tuvo suerte de que el chino se fijará en ella en aquel bar de la gran avenida en la que Li veía los partidos de fútbol con los amigos con los que compartía afición; yo se la presenté, ella estaba allí por casualidad, y Li buscaba alguien para trabajar el E- Cig, vendiendo los cigarrillos electrónicos Hon – Lim.
Me levanté y recogí el móvil chino que nos proporciono el chino Li a todo el equipo comercial y que el distribuía en exclusiva para Europa.
-Hola Lola, soy X, me gustaría verte.
La loca Lola contesto al otro lado del pulpo de los ocho ojos de baquelita que tenía sobre la mesa antigua del salón, tan antigua como el teléfono que ahora utilizaba y que a Li al igual que el resto de toda la casa se había decidido conservar tal como se encontraba cuando compró aquel viejísimo piso situado en pleno centro de la City, porque según el, aquellas antiguallas le emocionaban, claro que él no vivía allí ; no, él vivía en un magnífico piso nuevo muy cerca de allí, un piso de lujo, lujosísimo con su mujer y sus dos niñas.
Mi jefe no vapeaba y tampoco fumaba, había sido fumador allí en China. Pero ahora ya no, es más le molestaba que fumáramos juntos Lola y yo el tabaco de siempre, «el de verdad »
Yo pensaba que eran peligrosos aquellos pensamientos de los arrepentidos. A los chinos no los conozco mucho.
Li, era un ardiente defensor del E – Cig y mucho más cuando vió en televisión que su admirado Leonardo Dicaprio también vapeaba.
A Lola Leonardo también le gustaba, pero por otros motivos, a ella, le gustaba porque era muy guapo, y de haber vivido aquí y no tan lejos habría intentado conocerlo.
Tal vez a Dicaprio le hubiera gustado Lola pues les juro que era clavadita a Kate Winslet la protagonista de Titanic.
Prendí un cigarro, Lola contestó con un susurro no se la entendía muy bien, hola Lola soy X, me gustaría verte.
Me contesto Lola, no X, hoy no, «que estoy muy pedo ostias». No está cuerda la loca Lola.
Volví a pensar de nuevo «Con el tiempo maduran las uvas» … yo no soy Dicaprio.
Encendí un cigarro me puse otra copa y de repente me agobié pensando que mañana sería un día duro de ventas y de que además había reunión con Li en la Ofisina, si han leído ustedes bien, en la Ofisina.
La maldita, la cuadrada Ofisina.
Como mil aviones pueden bombardear una ciudad, mi jefe el estirado (en estas ocasiones) se dispuso a que rodara una cabeza. No nos pilló de sorpresa, estábamos avisados. Había que reducir gastos. El oriental quería seguir ganando, al menos lo mismo, costara lo que costara. Era una simple cuestión numérica. Los números , ¿se acuerdan de lo que les conté, sobre Li, mi jefe chino y los números?.
La revista no pasaba por su mejor momento. Había poco dinero en el mercado. Que les voy a contar qué ustedes no sepan. Que no hayan sufrido en sus propias carnes o en las de sus amigos o vecinos. El mío (mi vecino) está embargado. No ha podido hacer frente a su crédito hipotecario. Mi hermana trabaja lejos, muy muy lejos en la isla de Tasmania. Es profesora de Español. Le va muy bien, aunque esta deseando verme, me echa mucho de menos. Y yo a ella. Es mi hermana, la quiero.
A Lola la quiero también. La loca Lola, está loca, pero me gusta. Ahora mientras nos reunimos en la “Ofisina” me acuerdo de ella. Seguramente estará ”vapeand0″ o viendo “vapear” como estará haciendo ahora Dicaprio el Lobo Angelino de Wall Street, en cualquier club exclusivo de California. Les contaré algo de Dicaprio; debe su nombre a su madre. Estando embarazada, visitaba un museo, cuando admiraba una pintura de Leonardo Davinci, El niño dio unas pataditas. Él solo se puso el nombre. Asombroso.
De repente me sentí inquieto, nervioso, desasosegado. Ligera y tenaz, como una ligera mancha de aceite la preocupación se extendió dentro de mi. El chino Li nos mandó pasar a la “Ofisina”.
Todos sabíamos lo que se cocía. Uno detrás de otro pasamos con cara de circunstancias. Yo sabía que esta vez no seria despedido, los había peores. Un universitario joven tenía todas las papeletas. Peter (La víctima) por su cara parecía no entenderlo. Alguno respiro aliviado, otros como López estaba de risas con Marcia. Lopez, le enseñaba los colmillos.
Reconocer las propias faltas, no es siempre la forma más segura de corregirlas. Esto mismo es lo que me pasaba. Yo lo reconocía. Me interesaban muchas cosas, mi trabajo no era lo más importante. Yo sabía de que pie cojeaba… pero no tenía remedio.
“No hace falta ser un hombre del tiempo para saber de que lado sopla el viento” (Bob Dylan)
Yo, estaba tranquilo, tenía mi estilo, y quería aguantar.
Salimos del despacho, que parecía más oscuro. El chino Li, nuestro jefe, se quedó a solas con Peter, la víctima, permanecía quieta, inmóvil, con la mirada perdida, en sus zapatos acharolados que brillaban como espejos. ¡No! no lo entendía. Pensaba, ¡No, no lo he hecho mal, teniendo en cuenta la crisis!
En 10 minutos, casi todos se fueron. López fue el primero. Aquel día los teléfonos de la oficina , «no echaban humo». Todos, tenían más ganas de vender. Se fueron corriendo. Todos querían vender algo aquel día. Como ocurre con los difuntos, en el fondo, dentro de la tristeza, sientes la dicha de no ser tu el frío. ¡Sientes la vida!.
Socrates y Howard Philips, aquel día, fueron a emborracharse. Lo cierto es que, se encontraban seguros, habían vendido. No habían terminado mal el mes. Bueno, ya os contare como son estos dos. De momento como pensaba Li, nuestro jefe, «deja que los perros parranderos parrandeen, mientras vendan»
Yo aquel día, quería estar al lado de Peter, era mi amigo, Me quedé. Sentado en mi escritorio. ordené mis papeles, puse al día la agenda, guardé en carpetas contratos y anexos de Publicidad, media hora después, Peter y yo, nos encontrábamos en una cafetería convenientemente apartada.
Si no hubiera sido, por esta crisis que muerde como un lobo, Peter, no estaría en la calle. Le faltó tiempo. El chino, no espera, si no le das lo que espera ahora; te vas.
Quedamos en vernos el viernes siguiente para beber, fumar, y divertirnos. También vendrán David «El pirata» y Lola, la «Loca Lola» Mi Lola del Alma.
Después de todo, como dice Sancho Gracia (siempre, te recordaremos Sancho) en un diálogo de la película 800 balas de Alex de la Iglesia (recientemente casado con su musa, compañera y actriz Carolina Bang. Por la que Alex, al parecer, ya no come bocadillos de chorizo, y se le nota.) la frase en cuestión, es la siguiente «El mundo, es un lugar, donde ocurren, putadas muy grandes…en los intervalos, entre, putada y putada, sería un pecado, no divertirse, tanto como podamos» Estoy de acuerdo.
Tendré, que esperar una semana, para salir a divertirme. Mientras tanto, todos los días hablo con Lola, «La loca Lola» a veces, la paso a buscar por la tienda de cigarrillos electrónicos E-cig, en la que trabaja y la acompaño al piso que el chino Li, nuestro jefe le tiene alquilado. Luego, regreso sólo a mi casa andando.
Era Sábado y generalmente si no habías quedado con algún empresario, no salías a vender, así pues, me dispuse a pasar un fin de semana más, sin salir de casa.
No estaba Lola, y si no estaba Lola, no salía con los amigos en Sábado. No me costaba mucho comportarme como San Miguel derribando al demonio de una calurosa noche de sábado del mes de agosto. Preferí quedarme en casa.
Agosto, a días hacía calor, y a días no, hoy era un día de los primeros. Por la ventana del salón, penetraba una fuerte luz inquisitiva, que me molestó. Pensé en llamar a Lola… cuanto necesita uno contar los pensamientos que a menudo ahogan a un solitario. Lola, mi Lola del alma.
«Mi loca Lola» no estaba en la City, se encontraba en A, una cercana ciudad a escasos 100 Kms, allí, residía su familia. ¡Cuando Lola no está, no se que me pasa!.
Un fin de Semana en casa, en tiempo de crisis. No se notaría incomodidad ninguna si ella estuviera aquí; ya el Domingo, seguramente la temible crisis asomaría su aguda cabeza de lagarto, y el Lunes sería peor.
No sonaron, ni el timbre , ni el teléfono, cosa que agradecí. No esperaba llamada de Lola. Vivía solo, y a mi, la soledad no me impresiona.
He crecido sólo. Mi padre falleció muy joven, yo era un niño de 9 años. Era comercial, venía de vender unos miles de botellas de buen vino, cuando un camión de transporte perdió el control y se lo llevo por delante. 14 años después murió mi madre. Una madre de verdad, lo presiente todo, mi madre jamás tuvo presentimiento alguno…
Así pues, con 23 años me encontré huérfano de padre y madre.
No estoy solo, tengo 2 hermanos, una hermana que es 9 años mayor que yo (está casada y trabaja en Australia, por esto de la crisis) y un hermano, nuestro hermano pequeño, 6 años menor que yo. Nos queremos. Cada uno tiene su vida.
Cuando me encontré solo en casa con mi hermano, hablamos, decidimos un plan, él, se quedaría a vivir en el piso con su novia y sus 18 años recién estrenados y yo me alquilaría un piso barato y me iría a vivir a el, y así lo hicimos. Yo me instalé en esta casa vieja, pero grande y luminosa, por la que a veces penetra una luz inquisitiva, que me molesta y ciega a traición y él se quedó, con su presente y el pasado.
Fue un fin de semana, con más pena que gloria. Fumé.
Fumé y bebí, escuché música, y el dulce sonido de la voz de Lola por el móvil.
Que la quiero, es tan verdad, como que en este mundo, morena, escucha, si, es para tí, escucha, en este mundo… no se encuentra, ni se encontrará, justicia, ni comprensión.
El fin de semana se pasó volando, yo nunca me aburro, y si me aburro un poco, no me importa.
El domingo por la tarde, ya me entró un come come. Se me apareció la crisis, ese gran reptil que asoma la cabeza, y arrastrandose, tira de nosotros hacia el seco polvo con que se alimenta y nos fuerza a morderlo y a toser.
Me levanté de la cama un poco chocado, «con cosas que digerir», tomé café y prendí, sin acabarlo, mi primer cigarro. Este es mi desayuno habitual. Tengo malos hábitos, y lo se. Al chino Li, mi jefe, no le gusta que fumemos, delante de él casi nunca fumo, no se porqué, piensa que no soy fumador. Cuando me ve fumando, se sorprende.
Con movimientos mecánicos y aire de abstracción, me enfrenté a un lunes comercial. Hoy sí; hoy era yo, el que necesitaba vender.
Entré en la «Ofisina» la maldita, la cuadrada, la blanca oficina, el brillo violento de la luz artificial cegó mis ojos. No era el primero en llegar, Li, consultaba unas notas, López, hablaba por teléfono, y Kate, parecía muy enfrascada con la calculadora.
Li, me dijo que mañana, teníamos que visitar a un gran industrial local y que por favor me vistiera para la ocasión, esto es, que me pusiera traje y corbata, el chino Li, también nos había enseñado, que toda mano por la que circula el dinero, debe ser estrechada afectuosamente.
Yo, habitualmente, no uso, ni corbata, ni traje. No, ese no era mi estilo, y no me iba mal. Li, lo consentía,casi todo, mientras que vendieras. «Deja, que los perros parranderos, parrandeen»… si venden.
Salí a la calle, cogí el coche y me dirigí al bar, allí, tomé mi segundo café y mi tercer cigarro. Pagué la cuenta y ya en mi automóvil, rematé unas citas, y seguidamente me dirigí a una de ellas. Escogí, una visita de las fáciles, porque aquel lunes de intenso calor, estaba «chocado y revuelto».
La mañana pasó, y también, pasó la tarde. Rematé un par de contratos, aunque rebajando, y de un importe medio. Seguidamente, ya de noche, ya en mi casa, llamé a Lola, estoy enamorado de ella, desde el día en que nací.
Abrí las ventanas de par en par, y contemple la noche, su triunfo me perdió y me puse «Bizcochon» después de marcar los números y esperar demasiados tonos, escuche su agradable voz, al otro lado del auricular, hola Lola, quiero verte, ¡ven!.
Ella, me respondió con una especie de parloteo infantil, incomprensible y dulce. Había bebido la «Loca Lola» había vuelto a cometer, aquella arrebatadora imprudencia tan difícil de resistir.
Pensé, bueno «Con el tiempo maduran las uvas» Te quiero Lola, mañana hablamos, un beso, y descansa, duerme, mi querida Lola.
Salí al balcón, prendí un cigarro.
Me sentía como un, pecador, que necesita ser amado, era como un penitente postrado, en un desierto de luz de luna.
Novela. Comerciales. Vender en tiempo de crisis. Tomás Bartolomé.
Cuantos momentos compartidos en la ‘oficina’
Hola Maribel. Si, que momentos,me acuerdo mucho de los buenos momentos que compartimos.
Gracias por todo.
Hola Maribel. Si, que momentos los que compartimos. Gracias por todo. Tom.