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Literatura. La llegada de Federico García Lorca a Madrid

Federico García Lorca. (1914).

En 1914 el joven García Lorca (16 años), se matriculó en la universidad de la ciudad de Granada, ya mucho tiempo antes coronada por una Alhambra hermosa, y paciente, inscribiéndose, en las trilladas materias de Filosofía y Letras, y Derecho. Cinco años antes los Garcia Lorca, habían mudado la ciudad donde el poeta nació, Fuente Vaqueros, pues la familia, quería, ansiaba, otros horizontes más amplios, y gozaba desahogada, de una buena posición económica de hacendados burgueses.


Pronto las dotes artísticas de García Lorca lo engancharon por el oído, y la música (realizó estudios de piano), fue por entonces su primer y mayor interés artístico, sin embargo los vientos siempre caprichosos rolaron hacia la poesía. El talento del granadino enseña temprano las orejas, y pronto se habló de él en las vanguardias artísticas de las tertulias del Café Alameda (antes, Gran Café Granada), donde se reunían, los bohemios, activos, y divertidos jóvenes de «El Rinconcillo», mas también en El Centro Artístico y Literario de Granada, y más tarde, y entre otros muchos, en el conocimiento influyente del rondeño, Fernando de los Ríos (político, y ministro socialista), y del grandioso músico, y compositor gaditano, Manuel de Falla, al que posteriormente le uniría una gran amistad, pues Falla residió en Granada desde 1920, hasta su exilio argentino en 1939, ya había conocido y admirado el gaditano, por primera vez la ciudad, en 1915, y actuado en ella solo un año después, en la Alhambra.

GARCÍA LORCA CONQUISTA MADRID

La tan querida Granada ahogaba al Lorca escritor y, el poeta de la vega del Genil. Lucha desde muy temprano, por establecerse en Madrid, su objetivo era el éxito; su residencia en la capital, estaba ya largamente planeada, y era una condición que no cambiaría por nada del mundo, sería, La Residencia de Estudiantes, una institución dorada, llena de talento, escribiría sobre este punto… «Así pues, hasta que tenga una habitación sola en la Residencia no voy a Madrid… ¡Que pena!» Su padre no quería queabandonara Granada, pero finalmente, aceptó escuchar los consejos de Fernando de los Ríos, que acabó convenciendo al viejo hacendado, de la necesidad de satisfacer al Lorca, al que su querida ciudad se le quedaba pequeña. Así pues García Lorca, viaja a Madrid en 1919, sus comienzos no fueron difíciles, al principio de su llegada, no exenta de expectación en los círculos intelectuales madrileños, le ayudan mucho las cartas de recomendación que lleva con él, y también, sus inquietos amigos del «Rinconcillo», que como él, ahora residen en la capital de España. Enseguida se siente como en casa, y se encuentra pletórico e ilusionado.

Juan Ramón Jiménez al que el inefable Fernando de los Ríos, recomienda al poeta, escribe al político, informándole, «Querido Fernando, su poeta vino a verme causándome una excelentísima impresión, me parece que tiene un gran temperamento y la virtud esencial, a mi juicio, en el arte: entusiasmo. Me leyó varias composiciones muy bellas, un poco largas quizá, pero la concisión vendrá ella por si sola. Sería muy grato para mi no perderlo de vista».

Entusiasmo y simpatía era algo el poeta granadino poseía, y regalaba. Lorca posteriormente gracias a su talento, colaboraría en la revista Índice, la aún bisoña publicación del dulce autor de Platero y Yo.
Así el joven poeta granadino, pronto se situó en un lugar destacado de las vanguardias artísticas de la ciudad de la villa y corte. Pero… Como a Wilde, se le amaba o se le odiaba, y su vida también como la del poeta irlandés, terminaria pronto en tragedia.

Literatura. La llegada de García Lorca a Madrid

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Naturaleza Versus Civilizacion. Poeta en Nueva York. Garcia Lorca

Foto. Vía internet

Federico Garcia Lorca viaja a Estados Unidos en 1929, tenía 31 años de edad, allí, y en su inmediato viaje a Cuba, escribirá un excelente poemario, publicado 4 años después de su muerte, y que lleva por título, Poeta en Nueva York.

Lorca, fue invitado en enero del mismo año (1929), a impartir una serie de conferencias, tanto en el país de los rascacielos, como en Cuba, residió en Nueva York del 25 de junio del 1929, al 4 de marzo de 1930. Después viajó a la bella isla caribeña, y en ella, permaneció 3 meses. En la Habana, y Santiago de Cuba.

En su visita americana, el poeta granadino, se hospedó, en una residencia de estudiantes (Tuvo Lorca, para acceder a ella, que matricularse en un curso, eligió, Inglés para extranjeros, para cubrir el expediente), de la Universidad de Columbia, de la que era profesor de español, además, de director de la revista, «Estudios Hispánicos», Federico de Onís. También era docente en la misma universidad americana, Ángel del Río, profesor de literatura española.

Durante aquellos días que se revelarían tan cruciales para su arte, Garcia Lorca estuvo muy ocupado trabajando, estudiando (poco, no se presentó a los exámenes), y también participando activamente en reuniones y visitas, entretenido, callejeando absorto por el Harlem, donde por la noche acudía a un club de jazz con algunos amigos; pudo el artista, además de divertirse, observar de cerca el racismo imperante…, ¡la melancolía era su estado ahora! La soledad en la multitud. El radical contraste, de él, moreno ciudadano de sur, y lo que veían, sus asombrados ojos soñadores.

Naturaleza versus civilización

No solo fue en NY, donde residió, también viajo el poeta, invitado a Vermont, y también invitado, a Bushnellsville, y a Newburgh.

Reforzaría su pesimismo general en tan crucial viaje iniciatico, y de brusco giro en cuanto a estilo literario, el crack bursátil del 29, su entonces personal desencantado pesimismo, y el capitalismo materialista, que se encontraba en ese momento, apurado, soportando a duras penas…, tal vez, lo que podría haber sido, una virulenta crisis terminal.

Partió, finalmente, Federico García Lorca, muy cambiado, (con un gran bagaje, de interesantes posos de pensamiento, que se irian decantando posteriormente), partió, de NY a Cuba. Algunos pocos días antes, el sencillo ciudadano del sur, había recibido un sentido y hondo homenaje en el Spanish Institute, donde también conferencio brillantemente…, escorado al surrealismo.

POETA EN NUEVA YORK

PANORAMA CIEGO DE NUEVA YORK

Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible.
Pero no, no son los pájaros,
porque los pájaros están a punto de ser bueyes.
Pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna
y son siempre muchachos heridos
antes de que los jueces levanten la tela.

Todos comprenden el dolor que se relaciona con la muerte,
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.
No está en el aire, ni en nuestra vida,
ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de otros sistemas.

Un traje abandonado pesa tanto en los hombros
que muchas veces el cielo los agrupa en ásperas manadas;
y las que mueren de parto saben en la ultima hora
que todo rumor será piedra y toda huella latido.
Nosotros ignoramos que el pensamiento tiene arrabales
donde el filósofo es devorado por los chinos y las orugas
y algunos niños idiotas han encontrado por las cocinas
pequeñas golondrinas con muletas
que sabían pronunciar la palabra amor.

No, no son los pájaros.
No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime cada momento,
ni el metálico rumor de suicidio que nos anima cada madrugada;
es una cápsula de aire donde nos duele todo el mundo,
es un pequeño espacio vivo al loco unísón de la luz,
es una escala indefinible donde las nubes y rosas olvidan
el griterío chino que bulle por el desembarcadero de la sangre.
Yo muchas veces me he perdido
para buscar la quemadura que mantiene despiertas las cosas
y solo he encontrado marineros echados sobre las barandillas
y pequeñas criaturas del cielo enterradas bajo la nieve.
Pero el verdadero dolor estaba en otras plazas
donde los peces cristalizados agonizaban dentro de los troncos;
plazas del cielo extraño para las antiguas estatuas ilesas
y para la tierna intimidad de los volcanes.

No hay dolor en la voz. Solo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el raso negro.
No hay dolor en la voz. Aquí solo, existe la Tierra.
La tierra con sus puertas de siempre
que llevan al rumor de los frutos.

Naturaleza Versus Civilizacion. Poeta en Nueva York. Garcia Lorca.

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