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Literatura. “Los cuatro jinetes de la Apocalipsis”

Los cuatro jinetes de la Apocalipsis. (1887). Viktor Vasnetsov

Los cuatro jinetes de la Apocalipsis.

Vicente Blasco Ibáñez. Novela (publicada en 1916). Extracto

“iMira!”, gritaba al poeta visionario con voz estentórea uno de los animales…Y aparecía el primer jinete sobre un caballo blanco. En la mano llevaba un arco y en la cabeza una corona: era la Conquista, según unos; la Peste según otros. Podía ser las dos cosas a la vez. Ostentaba una corona, y esto era bastante para Tchernoff.

“iSurge!”, gritaba el segundo animal removiendo sus mil ojos. Y del sello roto saltaba un caballo rojizo. Su jinete movía sobre la cabeza una enorme espada. Era la Guerra. La tranquilidad huía del mundo ante su galope furioso; los hombres iban a exterminarse.

Al abrirse el tercer sello, otro de los animales alados mugía como un trueno: “iAparece!” Y Juan veía un caballo negro. El que lo montaba tenía una balanza en la mano para pesar el sustento de los hombres. Era el Hambre.

El cuarto animal saludaba con un bramido la rotura del cuarto sello: “iSalta!” Y aparecía un caballo de color pálido. “El que lo monta se llama la Muerte, y un poder le fue dado para hacer perecer a los hombres por la espada, por el hambre, por la peste y por las bestias salvajes.”

Los cuatro jinetes emprendían una carrera loca, aplastante, sobre los cabezas de la humanidad aterrada.

Tchernoff describía los cuatro azotes de la tierra lo mismo que si lo viese directamente. El jinete del caballo blanco iba vestido con un traje ostentoso y bárbaro. Su rostro oriental se contraía odiosamente, como si husmease las víctimas. Mientras su caballo seguía galopando, él armaba el arco para disparar la peste. En su espalda saltaba el carcaj de bronce lleno de flechas ponzoñosas que contenían los gérmenes de todas las enfermedades, lo mismo las que sorprenden a las gentes pacíficas en su retiro que las que envenenan las heridas del soldado en el el campo de batalla.

El segundo jinete, el del caballo rojo, manejaba el enorme mandoble sobre sus cabellos, erizados por la violencia de lo carrera. Era joven, pero el fiero entrecejo y la boca contraída le daban una expresión de ferocidad implacable. Sus vestiduras, arremolinadas por el impulso del galope, dejaban al descubierto una musculatura atlética.

Viejo, calvo y horriblemente descarnado, el tercer jinete saltaba sobre el cortante dorso del caballo negro. Sus piernas disecadas oprimían los flancos de la magra bestia. Con una mano enjuta mostraba la balanza, símbolo del alimento escaso, que iba a alcanzar el valor del oro.

Las rodillas del cuarto jinete, agudas como espuelas, picaban los costados del caballo pálido. Su piel apergaminada dejaba visibles las aristas y oquedades del esqueleto. Su faz de calavera se contraía con la risa sardónica de la destrucción. Los brazos de caña hacían voltear una hoz gigantesca. De de sus hombros angulosos pendía un harapo de sudario. Y la cabalgada furiosa de los cuatro jinetes pasaba como un huracán sobre la inmensa muchedumbre de los humanos.

Literatura. “Los cuatro jinetes de la Apocalipsis”

Literatura. Los cuatro jinetes de la Apocalipsis. Vicente Blasco Ibáñez. Novela. Arte