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Arte. Atardecer en San José. Tomás Bartolomé

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Atardecer en San José. Tomás Bartolomé

Sunset in San José

Pintura. Técnica mixta, sobre papel. 2016.

Un atardecer, en San José, una mujer bella; sentada sincera. Un velador en la calle, cerca del mar. En San José, el atardecer aparece suave y tenue, más teñidos los colores aun brillantes, dan paso, al fundido, al tamiz, al filtro tostado o gris, y a los aún suaves negros. En el cielo guiños de plata y oro azulado, ya prestan, su luz a las estrellas

HIMNO A LAS ESTRELLAS

A vosotras, estrellas,
alza el vuelo mi pluma temerosa,
del piélago de luz ricas centellas;
lumbres que enciende triste y dolorosa
a las exequias del difunto día,
güérfana de su luz, la noche fría;

ejército de oro,
que por campañas de zafir marchando,
guardáis el trono del eterno coro
con diversas escuadras militando;
Argos divino de cristal y fuego,
por cuyos ojos vela el mundo ciego;

señas esclarecidas
que, con llama parlera y elocuente,
por el mudo silencio repartidas,
a la sombra servís de voz ardiente;
pompa que da la noche a sus vestidos,
letras de luz, misterios encendidos;

de la tiniebla triste
preciosas joyas, y del sueño helado
galas, que en competencia del sol viste;
espías del amante recatado,
fuentes de luz para animar el suelo,
flores lucientes del jardín del cielo,

vosotras, de la luna
familia relumbrante, ninfas claras,
cuyos pasos arrastran la Fortuna,
con cuyos movimientos muda caras,
árbitros de la paz y de la guerra,
que, en ausencia del sol, regís la tierra;

vosotras, de la suerte
dispensadoras, luces tutelares
que dais la vida, que acercáis la muerte,
mudando de semblante, de lugares;
llamas, que habláis con doctos movimientos,
cuyos trémulos rayos son acentos;

vosotras, que, enojadas,
a la sed de los surcos y sembrados
la bebida negáis, o ya abrasadas
dais en ceniza el pasto a los ganados,
y si miráis benignas y clementes,
el cielo es labrador para las gentes;

vosotras, cuyas leyes
guarda observante el tiempo en toda parte,
amenazas de príncipes y reyes,
si os aborta Saturno, Jove o Marte;
ya fijas vais, o ya llevéis delante
por lúbricos caminos greña errante,

si amasteis en la vida
y ya en el firmamento estáis clavadas,
pues la pena de amor nunca se olvida,
y aun suspiráis en signos transformadas,
con Amarilis, ninfa la más bella,
estrellas, ordenad que tenga estrella.

Si entre vosotras una
miró sobre su parto y nacimiento
y della se encargó desde la cuna,
dispensando su acción, su movimiento,
pedidla, estrellas, a cualquier que sea,
que la incline siquiera a que me vea.

Yo, en tanto, desatado
en humo, rico aliento de Pancaya,
haré que, peregrino y abrasado,
en busca vuestra por los aires vaya;
recataré del sol la lira mía
y empezaré a cantar muriendo el día.

Las tenebrosas aves,
que el silencio embarazan con gemido,
volando torpes y cantando graves,
más agüeros que tonos al oído,
para adular mis ansias y mis penas,
ya mis musas serán, ya mis sirenas.

Francisco de Quevedo

Arte. Atardecer en San José/Sunset in San José. Pintura. Acuarela/óleo/pastel.

Arte. Atardecer con mujer en San José. Tomás Bartolomé. Pintores. Atardecer. Mujer. San José. Himno a las estrellas. Quevedo. Estrellas.

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Literatura. Francisco de Quevedo. Un pacífico escritor siempre en guerra

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Francisco de Quevedo. Dibujo. Tomás Bartolomé

Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibañez Cevallos. Madrid 14 de Septiembre de 1580. Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) 8 de Septiembre de 1645. A los 65 años de edad.

Francisco de Quevedo Escritor, Novelista, Poeta, Político.

Gran lector, llegó a poseer 5000 títulos. En sus viajes que fueron muchos no faltaban nunca en sus baúles menos de 100 libros. Su escritura la mayor parte de la veces, diremos que no era de fácil lectura. La temática, variada; obras ascéticas, sonetos metafísicos, escritos políticos, poesía amorosa, y por supuesto obras satíricas y burlonas que le hicieron tan popular y también tan conocido, pues, cojo y con aquellas gafas de miope redondas y sin patillas –Quevedos-, el escritor no pasaba desapercibido.

Fué poseedor de los títulos de: Señor de la Torre de San Juan Abad, localidad de la que fue señor de la villa (aunque después de algunos pesados pleitos con la justicia); y de la Orden de Santiago, (Siglo XII), orden militar y religiosa, que nació con el fin de luchar en las cruzadas, y expulsar de la península Ibérica a los musulmanes, su ingreso en la orden se produjo en 1617.

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Francisco de Quevedo laureado. 1618. Francisco Pacheco

De familia de Hidalgos provenientes de Cantabria, sus padres servían a los reyes; su madre dama de la reina, y su padre secretario de María de Austria, hermana del Rey Felipe II. Su infancia se desarrolló en la corte donde pronto, un niño retraído, y doliente que nació con los dos pies deformes y cegato, desarrolló una introspección que dedicó al estudio, y a la observación directa de las intrigas de la corte, que muy pronto le apasionan y, que posteriormente, le colocarían en primera línea de la política, con sus inevitables celos y venganzas…,  pronto pagó su precio, traducido en años de carcel y, afortunadamente, vanos intentos de asesinato.

EN SUS ALBORES

Se queda huérfano muy pronto,  pues su padre fallece, cuando él tenía sólo 6 años, 5 después moriría su hermano Pedro. Los primeros estudios los realiza en el Colegio Imperial de la Compañía de Jesus, posteriormente, estudia Teología en Alcalá de Henares, y completa su formación en Lenguas; Latín y Griego, Francés, Inglés, Italiano, Portugues.

QUEVEDO TRAS LA CORTE

1601/1606. La corte de Felipe III se traslada a Valladolid, y con ella arrastra a todo el aparato del reino así como a multitud de personas que necesitan estar cerca de ella, realizar trámites, solicitar audiencias. Quevedo que ya es huérfano de padre y madre -su madre acaba de fallecer- y tiene 21 años, se establece en la capital del Pisuerga con su hermana Maria y, allí estudia teología hasta cuarto curso, además es poliglota, aprende arabe, ebreo, y también escribe. La ciudad pucelana no le gusta y no lo oculta, de ello deja constancia con su ácida pluma; él prefiere Madrid, mas en Valladolid se establece de 1601 a 1606. En 1605 muere su hermana Maria.

No fuera tanto tu mal,

Valladolid opulenta,

Si, ya te deja el Rey,

Te dejarán los poetas.

Góngora su proverbial enemigo, reside también en la capital del Pisuerga, casi todo el año de 1603. Este mismo año también en Valladolid, fallece Catalina de la Cerda, esposa del Duque de Lerma y dulce protectora del escritor.

Quevedo tacaño escribe, Cartas del caballero de la Tenaza, donde en ingeniosos renglones, se hallan muchos saludables consejos para guardar la mosca y gastar la prosa… Son comicas excusas para no hacer regalos, y mucho menos, dar dinero a las amantes.

1607. Apenas ha pasado un año de su regreso a Madrid cuando él, que es un experto espadachín, en la Calle Mayor, se enfrenta al capitán Rodríguez, hiriéndolo en un brazo.

QUEVEDO VERSUS GÓNGORA

Pronto, y rápido como la luz eléctrica que entonces seria brujería, Quevedo se hizo popular gracias a su ingenio, su mordacidad, y a los versos satíricos que escribió contra el genio cordobés Luis de Góngora que ya era entonces, un escritor destacado, 19 años mayor que él, y al que Quevedo tachó de, sacerdote indigno, homosexual, escritor sucio y oscuro, entregado a la baraja e indecente.

Quevedo que no era espejo de virtudes (fumaba, bebía, reñía, visitaba burdeles), no se queda ahí, y él, que nació con algunas deformidades, ataca duramente a Góngora metiendose con sus defectos físicos…

ÉRASE UN HOMBRE A UNA NARIZ PEGADO

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;

era un reloj de sol mal encarado,
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era;

érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.

Entonces Góngora decidió contestar a sus escritos (¿una pelea de gallos hoy día?), y así es como comenzó una incruenta guerra de ingenios. Muestra de esta rivalidad, cuando el cordobés, conoce la amistad entre Quevedo y Lope de Vega, ataca a los 2, tachándolos de borrachos…

Hoy hacen amistad nueva

más por Baco que por Febo

don Francisco de Que-Bebo

y Lope Félix de Beba.

Se dice, que como venganza Quevedo compró la casa de Góngora sobre de la que maliciosamente escribió…

«Una casa del tamaño de un dedal y, en el precio, de plata»

En 1611 y en la madrileña Plaza de San Martín, Quevedo sale en defensa de una dama, y en el violento lance da muerte a un hombre. Es desterrado de la capital de la Villa y Corte una vez más.

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Retrato de Quevedo. Atribuido a Juan van der Hamen

QUEVEDO POLÍTICO

1613. Participa en política al lado del Duque de Osuna, Virrey de Nápoles. Son amigos, y trata de influir en las ideas sobre el gobierno de Nápoles, de el Duque de Lerma, valido del Rey Felipe III. Viaja a Nápoles, Venecia, Niza; es consejero del Duque de Osuna, que trata de mantener el poder y la influencia del reino de España en aquellos predios italianos, con dinero para la armada y guerras. 1620. El duque de Osuna es destituido, y Quevedo cayó en desgracia pagándolo con destierro y prision. Con la llegada del reinado de Felipe IV (1621) es amnistiado. 1624. Fallece Don Pedro Téllez-Girón, el Duque de Osuna. Virrey de Nápoles, gran amigo de Quevedo, y juntos urdidores de intrigas políticas, en las que Quevedo se faja a favor del Duque en la corte de Felipe III. 1625. Fallece el Duque de Lerma, Valido del Rey Felipe III. 1626. Se publica, La vida del buscón llamado Don Pablos.

1634. Se casa -y para que lo hizo- con la viuda Esperanza de Mendoza; el matrimonio duró tres meses, más los trámites de separación.

1639. Enemigo del Conde Duque de Olivares, valido del Rey Felipe IV -conocido como protector de las letras y las artes-, es detenido y acusado de conspiración por lo que es recluido en el convento de San Marcos de León. Casi cuatro años después es puesto en libertad.

QUEVEDO SE QUEDA SOLO

Finalmente apartado, primero en su casa de la Torre de San Juan Abad y, después, en las cercanías,  fallece en el convento de los los Padres Dominicos de Villanueva de los Infantes, a los 65 años de edad, uno de los máximos exponentes de la literatura española.

Literatura. Francisco de Quevedo. Un pacífico escritor siempre en guerra.

Literatura. Francisco de Quevedo. Quevedo. Escritores.