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Literatura. Mallarmé. “Nómbrame… Porque son tus sonrisas frambuesas”

Retrato de Stéphane Mallarmé. Edouard Manet. 1876.

STÉPHANE MALLARMÉ. París 19 de marzo de 1842. París 9 de septiembre de 1898.

Su madre fallece cuando él tenía siete años de edad, y sus abuelos se hacen cargo del pequeño huérfano. Asiste a la escuela en París, después estudia el idioma inglés, del que espera ser profesor algún día. A los 20 años conoce a una chica alemana, María Gerhard, con la que se iría a vivir a Londres. Se casan al año siguiente en la brumosamente bella capital del Támesis. Después de su regreso a Francia, con el título de profesor bajo el brazo, comienza a trabajar como profesor de inglés en diferentes institutos.

1866. Por primera vez se publican una decena de sus poemas

1867. Alrededor de su figura se concentra lo más granado de la intelectualidad parisina, escritores, artistas, pensadores, pintores, músicos. STÉPHANE MALLARMÉ, en su salón literario se convierte en un faro que ilumina PARÍS, y la vida cultural parisina durante algunos años. Así es como el poeta entiende su quehacer…

«Lo que yo quiero es pintar no la cosa, sino el efecto que produce», por lo cual el verso no debería componerse de palabras, sino de intenciones, y todas las palabras borrarse ante la sensación.

RESONANCIAS. RENOVACIÓN. RITMO, Y UN VOCABULARIO ENDIABLADO

Su poesía es complicada de traducir, y su ritmo extraño, libre y asonante.

En algunos de sus poemas la rima es libre, y experimenta a menudo, con los espacios en blanco, y la tipografía (el tipo de letra).

POESIA

Fútil Beneplácito

Por sobre el ganado aturdido de los hombres
¡Princesa, cómo envidio la suerte de esa Hebe
que de la taza sube hasta tus labios grana!
Mas quien no es ni aún abate, ni a desear se atreve
ver su desnudo en rosa sobre tu porcelana.

Yo no soy el cojín que dibuja tu codo
ni el carmín de tus labios, ni tu borla empolvada,
ni tu lindo abanico… Mas si a pesar de todo
me has mirado tú, rubia por orfebres peinada,

nómbrame… porque son tus sonrisas frambuesa
un travieso rebaño de corderos, Princesa,
que parecen corazones, rumian almas sumisas.

Nómbrame… y que Cupido alado de un extraño
abanico me pinte cuidando tu rebaño…
Princesa, nómbrame pastor de tus sonrisas.

Stéphane Mallarmé. Traduccion de Mauricio Bacarisse.

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